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Para el amor y una serenata no hay contingencia que frene.

Faltan unos minutos para la medianoche y en la llamada Glorieta Scop, en la Colonia Narvarte, el sonido de una trompeta y los primeros acordes de una guitarra rompen el silencio.
Las luces comienzan a prenderse, una a una, en las ventanas de los edificios que rodean Avenida Universidad.

Y aunque dicen que músico pagado toca mal son, es mejor arriesgarse y a ver si al son que les tocan bailan.

Cuatro mariachis enfocan su mirada y su música hacia uno de los balcones. Dos jóvenes los acompañan con un ramo de flores en mano. No hay sana distancia ni ‘quédate en casa’ que les impida llevar el llamado “gallo”.

La voz del mariachi retumba con todo y eco alrededor del parque. Y es que en tiempos del Covid-19, los mariachis no saben callar, pero sí que saben entonar las de Juan Gabriel, José Alfredo Jiménez o emular la voz de los Fernández, Vicente y Alejandro.

Sesenta minutos en que la voz del mariachi hace olvidar a los vecinos de la Benito Juárez que viven en medio de una contingencia. No tienen que ir hasta el ahora desierto Garibaldi con su tradicional Tenampa.

Via. el Debate



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